Obra cumbre de Edgardo Rivera Martínez
Con
mucha nostalgia recuerdo que hace aproximadamente 10 años logré una
gran meta que desde el colegio siempre anhelaba, ingresar a San Marcos
para la carrera de Filosofía. En aquel entonces la facultad de letras y
ciencias humanas tenía cierto tinte literario y se tenía por tradición
consultar a grandes figuras intelectuales como el caso de Augusto
Salazar Bondy, José María Arguedas, Garcilazo de
la Vega, Don Ricardo Palma, Bryce Echenique entre otros. Y aunque la
carrera no la logré terminar tuve la inmensa dicha de vivir 1 largo año
dentro de las aulas de la universidad más antigua de América Latina.
(Pues si la memoria no me falla se fundó allá por el año de 1500.)
Y si menciono a San Marcos es porque fue en ese lugar donde aprendí gracias a docentes a esculpir de forma selectiva mis gustos literarios, en ese entonces existían intelectuales más contemporáneos que estaban de moda, (los cuales omitiré por motivos de no hacer extensa la presente publicación) pero solamente me remitiré al trabajo de figura a la que conocí una calurosa mañana de enero. Recuerdo que llegó a mis manos un cuento poco conocido del genial Edgardo Rivera Martínez titulado: “El unicornio”; en donde se tocaban, si la memoria no me falla, 5 relatos diferentes pero conectados todos entre sí, el tema era propio de su vivenciar y dentrura mística, la cosmovisión andina y curiosamente lo quimérico y fantasioso. Tal vez si continuaba la línea literaria hubiera terminado como poeta, pero mi corazón se inclinó más a los escritos de Honorio Delgado y el arequipeño Carlos Alberto Seguín pero ese ya es otro tema.
Volviendo a lo anterior y perdonando la digresión, últimamente que revisaba la biografía de Edgardo Rivera me embargó la nostalgia al saber que tuve en mis manos tal vez uno de sus primeros cuentos que el autor llegó a publicar, no negaré que en ese tiempo lo leí y disfruté y no volví a profundizarlo debido a mis labores propias de estudiante, pero quien iba pensar que tendría la hermosa coincidencia de llegar a valorar y amar con mucho ahínco aquel hermoso “País de Jauja” y hasta llegar a participar “in situ” de sus hermosas danzas y costumbres.
Prometo buscar el dicho cuento y si es posible digitalizarlo y compartirlo, lamentablemente se conoce poco de este autor pero que gran personaje para degustarlo, revalorarlo y difundirlo. Y como es costumbre mía, cuando yo saboreo y devoro algo, lo hago poquito a poco y con enorme pasión, tal cual vino en mis vírgenes labios. (Risas.)
En esta ocasión me daré la dicha de volver a la lectura de “País de Jauja”, obra que lo galardonó como una de las mejores y más importantes novelas de los años 90. Como decía los críticos literarios, Edgardo se fue “de lo andino a lo universal” y sí que brillo como constelación, no solo en su país sino en el extranjero. El mismo poeta y multifacético Washinton Delgado no en vano dijo que Edgardo: “Es un narrador original y fino, alejado de las modas literarias, dueño de una fantasía que poetiza la realidad, provinciana o limeña, sutilmente observada.”
Yo creo que se debería revalorar al autor en mención pues la prolífica y polifacética producción literaria de este tremendo intelectual es ciertamente admirable y que inclusive para todo Jaujino, el profundizar a Edgardo Rivera Martínez debería ser condición “sine qua non” para incrementar su acervo cultural.
Muy recomendable.
Y si menciono a San Marcos es porque fue en ese lugar donde aprendí gracias a docentes a esculpir de forma selectiva mis gustos literarios, en ese entonces existían intelectuales más contemporáneos que estaban de moda, (los cuales omitiré por motivos de no hacer extensa la presente publicación) pero solamente me remitiré al trabajo de figura a la que conocí una calurosa mañana de enero. Recuerdo que llegó a mis manos un cuento poco conocido del genial Edgardo Rivera Martínez titulado: “El unicornio”; en donde se tocaban, si la memoria no me falla, 5 relatos diferentes pero conectados todos entre sí, el tema era propio de su vivenciar y dentrura mística, la cosmovisión andina y curiosamente lo quimérico y fantasioso. Tal vez si continuaba la línea literaria hubiera terminado como poeta, pero mi corazón se inclinó más a los escritos de Honorio Delgado y el arequipeño Carlos Alberto Seguín pero ese ya es otro tema.
Volviendo a lo anterior y perdonando la digresión, últimamente que revisaba la biografía de Edgardo Rivera me embargó la nostalgia al saber que tuve en mis manos tal vez uno de sus primeros cuentos que el autor llegó a publicar, no negaré que en ese tiempo lo leí y disfruté y no volví a profundizarlo debido a mis labores propias de estudiante, pero quien iba pensar que tendría la hermosa coincidencia de llegar a valorar y amar con mucho ahínco aquel hermoso “País de Jauja” y hasta llegar a participar “in situ” de sus hermosas danzas y costumbres.
Prometo buscar el dicho cuento y si es posible digitalizarlo y compartirlo, lamentablemente se conoce poco de este autor pero que gran personaje para degustarlo, revalorarlo y difundirlo. Y como es costumbre mía, cuando yo saboreo y devoro algo, lo hago poquito a poco y con enorme pasión, tal cual vino en mis vírgenes labios. (Risas.)
En esta ocasión me daré la dicha de volver a la lectura de “País de Jauja”, obra que lo galardonó como una de las mejores y más importantes novelas de los años 90. Como decía los críticos literarios, Edgardo se fue “de lo andino a lo universal” y sí que brillo como constelación, no solo en su país sino en el extranjero. El mismo poeta y multifacético Washinton Delgado no en vano dijo que Edgardo: “Es un narrador original y fino, alejado de las modas literarias, dueño de una fantasía que poetiza la realidad, provinciana o limeña, sutilmente observada.”
Yo creo que se debería revalorar al autor en mención pues la prolífica y polifacética producción literaria de este tremendo intelectual es ciertamente admirable y que inclusive para todo Jaujino, el profundizar a Edgardo Rivera Martínez debería ser condición “sine qua non” para incrementar su acervo cultural.
Muy recomendable.
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