"El túnel" de Ernesto Sabato
"Fue
una espera interminable. No sé cuanto tiempo pasó en los relojes de ese
tiempo anónimo y universal de los relojes que es ajeno a nuestros
sentimientos, a nuestros destinos, a la formación o al derrumbe de un
amor, a la espera de la muerte.
Pero de mi propio tiempo fue una cantidad inmensa y complicada lleno de cosas y vueltas atrás, un río oscuro y tumultuoso y tumultuoso a veces, y a veces extrañamente calmo y casi mar inmóvil y perpetuo donde María y yo estabamos frente a frente contemplándonos estadísticamente, y otras veces volvía a ser río y nos arrastraba como un sueño a tiempo de infancia y yo la veía correr desesperadamente en su caballo, con su pelo al viento y los ojos alucinados, y yo me veía en mi pueblo del sur, en mi pieza de enfermo, con la cara pegada al vidrio de la ventana, mirando la nieve con ojos también alucinados.
Y era como si los dos hubiéramos estado viendo en pasadizos o túneles paralelos, sin saber que íbamos el uno al lado del otro, como almas semejantes en tiempos semejantes, para encontrarnos al fin de esos pasadizos, delante de una escena pintada por mí, como clave destinada a ella sola, como un secreto anuncio de que ya estaba yo allí y que los pasadizos se habían por fin unido y que la hora de encuentro había llegado."
(Ernesto Sabato, El túnel)
Pero de mi propio tiempo fue una cantidad inmensa y complicada lleno de cosas y vueltas atrás, un río oscuro y tumultuoso y tumultuoso a veces, y a veces extrañamente calmo y casi mar inmóvil y perpetuo donde María y yo estabamos frente a frente contemplándonos estadísticamente, y otras veces volvía a ser río y nos arrastraba como un sueño a tiempo de infancia y yo la veía correr desesperadamente en su caballo, con su pelo al viento y los ojos alucinados, y yo me veía en mi pueblo del sur, en mi pieza de enfermo, con la cara pegada al vidrio de la ventana, mirando la nieve con ojos también alucinados.
Y era como si los dos hubiéramos estado viendo en pasadizos o túneles paralelos, sin saber que íbamos el uno al lado del otro, como almas semejantes en tiempos semejantes, para encontrarnos al fin de esos pasadizos, delante de una escena pintada por mí, como clave destinada a ella sola, como un secreto anuncio de que ya estaba yo allí y que los pasadizos se habían por fin unido y que la hora de encuentro había llegado."
(Ernesto Sabato, El túnel)
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