Un 20 de enero junto a Hermann Hesse

"¡No me abandones en la noche, en el dolor, Tú, mi preferida, tú mi cara de luna!. ¡Oh, tú, mi fuego, mi vela, Tú, mi sol y mi luz!" - Hermann Hesse

Obviando a los 2 bellos relatos titulados: "Alma de niño" y "Klein y Wagner" (que vienen incluídos en la obra), me remito exclusivamente a la narración homónima (El último verano de Klingsor), que sacrílegamente logró reivindicar a Hermann Hesse el premio novel en un lejanísimo pero inolvidable verano de 1946.

Esta delicada obra la llevé conmigo durante las festividades del 20 de enero en Yauyos-Jauja y debido a la algarabia propia de estas celebraciones solamente pude releer algunos párrafos culminada la fiesta. Realmente es indescriptible la sensación de nostalgia que acompañaban mi turbulento viaje, ya no era un gitano errante sino un alma taciturna que simplemente era partícipe de los magistrales sonidos del arpa y violín.

No interesan cuántas lágrimas derramé, mucho menos cuantas horas bailé, lo que importa es los gratos recuerdos que en el alma cargué y claro, esos inolvidables versos y majestuosos párrafos que solamente Hesse puede ofrecerte.

Impermanencia total, como reza uno de los más apoteósicos párrafos que transcribo para deleite de todos ustedes:

"...Mañana, mañana me despellejar la pálida muerte.
Su guadaña chirriante en mi roja carne.
Sé desde hace tiempo que está al acecho,
Feroz enemigo.
Canto durante la noche, para burlarme de ella.
Balbuzco mi ebria canción en el bosque cansado.
Para reírme de su amenaza
Canto y bebo."

Finalmente me atesoro esta frase:

"El mundo nacía continuamente y continuamente moría. Cada vida era un soplo lanzado por Dios. Cada muerte era un soplo sorbido por Dios."


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